Karina
El verano sofoca, o sus locos días previos, uno ya no puede mas, quedan únicamente unas semanas de colegio y las descaradas mujeres, descaradas solo para la inquisición del siglo XVII, se empiezan sacar las detestables medias plomas, azules oscuras y esas horribles polainas para exponer sus piernas, sus multiformes piernas. A pesar de toda la infinidad de formas que puedan tomar un par de piernas no es eso las que las define, es todo lo contrario de la forma que uno ve, es lo que te esconde el resto, la falda, la faldita, la tableada, el jumper, el vestido liviano, todo esto nos acosa, me acosa. Endemoniadas y benditas sean las costuras de todas estas prendas que me producen locura in extremis, suben, bajan, juguetean, parecen cambiar de rumbo, parece que ya no van a soportar mas la responsabilidad de guardar, sin ninguna pago mas que mi sufrimiento, tal preciado, misterioso y muy pocas veces, pocas ante las que se buscan, encontrado tesoro.
La locura empezaba a calentarme la sangre cuando siento un agudo sonido, una bocina, estaban a la espera de que el loquito de las faldas se moviera de la calle para poder avanzar en su viaje, yo parado en la mitad de la calle pensado de que forma tenia que ver esto con el torrentoso río de pensamientos que traía en mi cabeza. Ante mi nula reacción y la exasperación que ya se hacía notar en los automovilistas un gentil, pero gran oficinista me ayudo de forma brusca a salir de la calle, del brazo o como fuera, me saco a tirones del medio. Tanto jaleo me dejo en cero en una esquina, sin éxtasis ni locura, la realidad inmediata volvió a mi, no por mucho tiempo. Me di vuelta, caminé dos pasos con la cabeza gacha y al levantarla sentí que la sangre era bombeaba espesamente dentro de mi corazón, no el con que uno se enamora, si no que el con que uno sobrevive, al parecer quería escapar por la retaguardia, claro había un revoltijo de órganos entre medio que se lo impedían. Lo que estaba viendo no lo podía dejar tranquilo, y por consiguiente a mi tampoco. Era la representación máxima del verano sofocante, una falda tableada que se bamboleaba de un lado a otro, blusa blanca, bolso al hombro, piernas blancas, cabello largo negro. Ya no podía hacer nada, estaba atrapado en sus redes, incluso aunque ella no los supiera.
Me decidí a seguirla, esta decisión no me duró mucho, ella tenia serias intenciones de tomar micro, tenia que actuar, fueran cuales fuesen mis reales posibilidades, tenia que ponerlas a prueba, al menos. Levantó su brazo para detener el transporte, estúpidamente corrí hacía ella y queriéndolo, o no, me tropecé, caí a sus pies. Una representación bastante gráfica para lo que sucedía en esos momento dentro de mí. Malogrando un supuesto intento voluntario, si es que así lo fue, de caer sobre ella y causando efectos inesperados de una acción involuntaria, o simple tropezón, como queramos llamarlo. Se rió y me dio la mano, asombrado y avergonzado a la ves la miré y me pare por mis propios medios. Ahora ella estaba segura de que yo no tenia escapatoria y de que podía hacer lo que quisiese con migo. Aún con eso, el hecho de que podía ni siquiera haberme mirado otra vez, me ofreció un poco de agua de su botella de agua para limpiarme una herida de la mano producto de la caída, yo, picaramente, me salí del paradero y me fui a sentar a una banca cercana con su botella en mano, esa extraña sensación de que uno puede llegar a tener el poder en algún momento de la situación, que iluso. Ella me siguió lentamente mas esperando que le devolviera la botella que a mantener una, aunque fuera breve, conversación. Me demore bastante, fingiendo como si de verdad me importase limpiarme la herida, en un debido momento me di cuanta que si quería que se quedara por un rato con migo, o mas bien que me permitiera quedarme a mi por un rato junto a ella, debía conversarle en vez de estar tan concentrado en la curación. Tratando de recordar o imaginar cualquier frase de seductor indiscutido, logró llegar a mi mente algo bastante alocado y con menores posibilidades lógicas de funcionamiento, ¿qué tal si no le preguntaba ni el nombre y me iba al grano sin mas?. Bastante irracional, pero para algo uno es joven, para cagarla y que no tenga graves consecuencias, conclusión bastante estúpida, pero me sirvió para hacerlo sin que la parte lógica se entrometiera a mitad de la frase. La cosa fue mas o menos así- Gracias por el agua, ¿Qué tal si nos tomamos un café en la esquina?- dije. Lo de si alguna vez había tomado café en mi vida era un tema menor.
Mas sorpresiva que mi actitud ante la situación fue su respuesta – Bueno.- salió de su boca.
Tratando de mantener la calma y ocultar la excitación interna, y no tan interna, me pare y me puse a caminar hacia la esquina. Sin decir ninguna palabra, pero si tratando de ingeniármelas para crear algunas, entramos al local y nos sentamos. En ese momento me percaté de mi estado, sangrando de la mano, nervioso hasta los huesos, excitado hasta los mismos, tenia que calmarme o al menos simular cierto tipo de calma. Me pare y me fui al baño.
Me lave las manos mientras la sangre me hervía solamente de pensar en esas piernas cruzadas que me esperaban a tan solo unos metros de distancia, la falda se había levantado aún mas, los dos primeros botones de la blusa ya no estaban abotonados(bendito, ahora si bendito, calor) y su sonrisa seguía intacta. A esta altura la lavada de manos no servía de nada, había dejado de ponerle atención, mi estomago estaba en una fiesta de éxtasis y devoción interna por el solo hecho de saber que eso nos estaba esperando halla afuera, la celebración corporal se extendió, ahora esa mi pecho que no se podía seguir lavando las manos y tenia que salir corriendo a esas piernas inútilmente cubiertas por unos míseros trozos de tela cuadriculada, la mesa ya no era protección. Su sonrisa lo decía todo.
Apague la llave y me seque las manos, bote el papel al basurero y me di vuelta. Estaba por levantar la cabeza cuando escuche el brusco cerrar de la puerta, termine de levantarla ya logre dimensionar que no era el viento y que si era lo que durante toda mi vida me negué a pensar que podía ser verdad.
Tenía el picaporte es su mano izquierda, con la derecha hacia zafarse de su horrenda prisión al tercer botón. Libre por fin, el tercer botón avanzo hacia mi, mientras yo, sin aliento ni ideas, me quedaba parado. Ya no había escapatoria, por fin, ya no había escapatoria, al decirme esto a mi mismo la tome por la cintura y le ayude con el resto de los encarcelados, todos de una sola vez. Al igual yo, ellos estaban libres, no existían barreras que nos separaran de vivir lo que inconscientemente hemos esperado.
La siguiente liberación fue la de la fiesta mis órganos, yo estaba en mis estomago si no en mis brazos, en mis piernas, entre las mismas. Sentir sus manos pegadas a las baldosas frías y blancas de la pared, por fin descubrir el secreto que escondían los cuadros multicolores de la maldita, ahora si maldita, tela. Su piel, como sus cortos bellos corporales se erizaban al sentirme, como su aliento y su respiración se aceleraban para en un momento impredecible cortarse, con un murmullo, un pequeño murmullo, de su propia fiesta interior. Revertir por fin la sofocación del verano, dejarla a nuestro favor, todo ese calor y esa excitación de los días de calor canalizado por fin en una fiesta de órganos incontrolados.
Al final, el toque de queda, sonó el ultimo rugir de mi cuerpo, la fiesta termino se escucho en mi foro interno.
Me despedí de ella en el paradero, le di un beso en la mejilla e inconscientemente le di las gracias. Un extraño silencio siguió al las gracias, como que algo faltara. Ella lo cerró – Karina, mi nombre es Karina.-.